Fecha de publicación: 10/03/2023

Renovar nuestra esperanza

Consejo General Internacional

Mis queridos Hermanos y Hermanas de la Sociedad de San Vicente de Paúl:

Comencemos reflexionando sobre la esperanza humana. El pensador Ernst Bloch escribió un valioso libro: El principio Esperanza. Articula su filosofía en torno a la esperanza. Lo hace porque está convencido de que el ser humano vive en tensión hacia el futuro. Siempre creemos que el futuro será mejor. La novedad del futuro nos guía hacia la realización de lo posible. El principio esperanza no es en Bloch una cuestión meramente psicológica, sino que define al hombre. Es creer que lo que todavía no llegó, lo inacabado, lo que anda mal es susceptible de mejorar. Esta esperanza tiene capacidad transformativa. Amplía nuestro horizonte, en lugar de restringirlo. Sin embargo, para que dicho horizonte cambie efectivamente, uno debe ser actor no mero espectador. No esperar que los cambios me lleguen en una caja de Amazon. La persona esperando no se resigna a una vida de perros, a aceptar la corrupción, quedando en la resignación o el lamento. Al contrario, a partir de lo posible buscamos lo mejor. Esta actitud le llevó a Bloch a ser, por ejemplo, un pacifista convencido. Como ven, este libro nos puede dejar muchas enseñanzas a los hombres y mujeres de la SSVP.

También es cierto que la historia muchas veces nos da “una bofetada” al ver como fracasan, como desilusionan, como se desvirtúan los mejores proyectos. Más de una vez, la propia humanidad “sabotea” sus principales planes. Cuando esto se hace muy intenso, llega el sentimiento de absurdo. Atención, que este sentimiento no nació ayer. Expresado de formas muy diversas lo encontramos en algunos textos muy antiguos: sumerios, acádicos, egipcios, griegos, mayas, etc. Recordemos por ejemplo, el Poema de Gilgamesh. También lo encontramos en la literatura de la época de san Vicente, por ejemplo en Hamlet de William Shakespeare.

En el siglo XX, el sentimiento de absurdo se magnificó, especialmente con alguna corriente existencialismo. Ellos insisten en la condición de desamparo del hombre. Esto es así, porque en definitiva el hombre está sostenido por la nada. Captar el sinsentido de la existencia lleva a manifestar lo que se experimenta: la náusea, la nada, el ser una pasión

inútil, la vida es un vómito (con perdón de los presentes), etc. Bajo este aspecto, Sartre fue uno de sus mejores embajadores. Su tumba la saludo con frecuencia, ya que está en el cementerio de Montparnasse al lado del panteón Lazarista.

Bien, no podemos negar que el desamparo existe. Por ejemplo, cuando fue la pandemia de COVID. O cuando vemos en tantos países una gran falta de líderes positivos tanto de derecha, izquierda como liberales. O ver mafias instaladas en grandes sectores de la sociedad. O cuando encontramos que en muchas conferencias de la SSVP las cosas no andan bien y que estos problemas se repiten una y otra vez. O cuando vemos que a pesar de tantos años de trabajo, la pobreza no se resuelve…o aumenta. Podríamos incluso señalar situaciones personales angustiantes, como la dificultad que tenemos de cambiar, pero nos extenderíamos demasiado. A veces esta sensación de desamparo puede unirse a un sentido de absurdo. En esos momentos uno solo quisiera claudicar y quedarse debajo de un árbol tomando una copa de vino francés, olvidándose de todos los problemas.

Pero aquí la esperanza viene en nuestra ayuda, señalando que siempre puede haber un giro en la historia. Es interesante ver cómo suele resurgir la esperanza en medio de las crisis más grandes. Y me alegro que así sea. La esperanza cristiana robustece a la esperanza humana, ya que nos dice: Dios quiere nuestro bien y nos ayuda a lograr lo bueno. Vicente de Paúl y Federico Ozanam fueron personas de una gran esperanza aún en medio de situaciones muy críticas.

San Vicente nos enseña a vivir en la esperanza, que es tanto como decir confiando en la bondad de Dios. Señala: “Confianza y esperanza son casi la misma cosa”. La esperanza cristiana produce la confianza y hace que el fundamento sea Dios. Hay que apoyarse en Él: “Tiene que apoyarse sólo en Dios y esperar de Él la gracia de la perseverancia”. Podemos decir que el amor confiado es el origen de la teología de la esperanza de Vicente de Paúl. La esperanza da fuerza al hombre y la mujer para continuar en las obras de Dios a pesar de momentos de esterilidad y penurias, de pérdidas y ruinas, de intrigas y persecución. La regla de oro de la moral vicentina es fiarse siempre en Dios. Eso permite al cristiano ser un buen instrumento en las manos de Dios.

Termino también con una frase del valorado Julio Cortázar que decía que la esperanza es la vida misma defendiéndose. Les comparto algunas preguntas:

1. ¿Qué cosas me desaniman?

2. ¿Soy una persona esperanzada?

3. ¿Cómo crecer en esperanza?

4. ¿Cómo devolver la esperanza a los más excluidos?

5. ¿Cómo servir en la esperanza?

Andrés R. M. Motto, CM