Algunos hechos relevantes en mi servicio como Presidente General

Hace seis años, tenían lugar las elecciones para la presidencia internacional
Como Presidente General de la Sociedad de San Vicente de Paúl, tengo innumerables experiencias que me esfuerzo por compartir con la comunidad vicentina a través de los artículos publicados en los medios de comunicación del Consejo General Internacional.
También intento, a través de audios, ponencias y fotografías, compartir los increíbles momentos que he vivido durante los viajes misioneros e institucionales que hago por el mundo, llevando el mensaje de unidad, caridad y servicio a todos los rincones de nuestra Confederación.
En estos casi seis años como Presidente General, tengo en mi memoria innumerables acontecimientos y hechos maravillosos, muchos de ellos aún desconocidos para la mayoría de los consocios. Uno de ellos, por ejemplo, fue la fuerte emoción que experimenté cuando llevé a Roma los documentos del posible segundo milagro atribuido al beato Antonio-Federico Ozanam, viajando en plena pandemia, todavía sin vacunas, caminando por la Plaza de San Pedro totalmente desierta.
Otro momento inolvidable se produjo cuando realicé una visita domiciliaria a una señora pobre de Nueva York (EE.UU.) que, tras las oraciones, agradeció la presencia de la Conferencia en su vida, y se puso a llorar porque desde hacía más de 10 años, según sus palabras, no hablaba con Dios. En África pude comprobar que es posible hacer caridad sin dinero, buscando las asociaciones adecuadas y los proyectos sociales más apropiados para sacar a la comunidad de la pobreza. Además, recibí protección especial de las Naciones Unidas, como si fuera un jefe de Estado, al visitar un país africano en plena guerra civil. Mis cuatro encuentros con el Papa Francisco, aunque rápidos, también fueron emocionantes.
No podía dejar de mencionar la mano de Dios actuando en el momento de la compra de la nueva sede internacional, que se produjo sólo seis meses antes de la llegada de la crisis sanitaria, lo que, probablemente, durante la pandemia, no se habría producido.
A pesar de todas las dificultades, hemos añadido 3.000 Conferencias nuevas en este período. Otro episodio destacable fue mi visita a China, una nación cuyo régimen político comunista limita la existencia de entidades como la nuestra y, gracias al Buen Dios, pudimos cumplir una amplia agenda de actividades, en medio de las protestas por la democracia en Hong Kong.
En estos seis años de mandato, muchos me preguntan: ¿cómo fue posible que visitara más de 40 países diferentes? Soy funcionario del Estado en Brasil y mi tiempo para viajes internacionales está muy restringido, haciendo esta labor sólo durante los fines de semana, vacaciones, días festivos o permisos laborales. Esto también es algo extraordinario que Dios ha permitido en mi vida.
Cuanto más lejos iba, mejor me acogían (San Lucas 4, 21-30). Me cantaron canciones brasileñas. Intentaron hablar en portugués conmigo en todos los países. Recibí premios, menciones y medallas, en honor y gloria de la labor humanitaria que realiza la SSVP en todo el mundo. Me hicieron carteles con mi foto, y pusieron hermosas palabras de bienvenida que nunca olvidaré. He sido recibido por líderes políticos de varias naciones. Ciertamente no merezco nada de esto (San Lucas 17, 7-10).
Quedaron muchas anécdotas, pero quiero contar un último detalle que nunca relaté: el día de mi elección en 2016, recibí un bellísimo ramo de flores, entregándoselo a mi querida esposa, que me acompañaba en ese momento en Roma. Poco después, nos dirigimos a una capilla y depositamos el ramo a los pies de la Virgen, y allí dediqué mi mandato a NUESTRA SEÑORA DE LA MEDALLA MILAGROSA (o Nuestra Señora de las Gracias), pidiéndola que me cuide, cubriéndome con su manto protector, librándome de las trampas del mal, de las sombras y de la envidia del mundo, convirtiéndome en un verdadero instrumento de Dios para llevar a la SSVP por el mejor camino posible.
Por todo ello, me considero inmensamente privilegiado y bendecido por Dios. El Señor Jesús me acompaña en todos los momentos de mi vida, tanto en las situaciones de alegría como en las dificultades. El Buen Dios me protege diariamente, lapidando mis imperfecciones, corrigiendo mis errores, calmando mi corazón, reduciendo mi ansiedad, cuidando de mi familia y haciendo prosperar nuestros proyectos de vida. Por lo tanto, les ruego que recen por mí, para que pueda avanzar en esta noble misión como Presidente General de todos ustedes.
Consocio Renato Lima de Oliveira
16º Presidente General Internacional